
El corazón le palpitaba a mil, el aliento se le acortaba, y los colores pasaban difusamente por sus ojos, mientras él corría lo único que podía pensar era en ella, en los momentos felices y en los momentos que soñó junto a ella.
Era de mañana, el frio de la madrugada aun seguía presente, el corría apresuradamente, cruzando calles y avenidas, dejando de lado las indicaciones de los semáforos (y hasta espantando gente a la velocidad que iba) y de a pocos el fue recordando...
- ¿Tú me quieres?
- Si-dijo mirándolo dulcemente-yo te quiero ¿y tú?
- Más de lo que crees-coloco dulcemente sus brazos alrededor de ella y la beso.
Afuera la lluvia caía suavemente, era ese tipo de besos cálidos (urgentemente necesitados en esas épocas de lluvia), ese tipo de besos que dicen más que palabras, ese tipo de besos con los que uno sueña.
El camino aun era largo, el cansancio no lo detenía (ni la gente quejándose detrás de él), eran tan raras esas sensaciones, esa sensación de saber que le importaba tanto que no podía parar, esa sensación de perder si no la veía, esa sensación de morir si se va.
- Si tú te vas, yo no sé que voy a hacer.
- No digas esas cosas, yo no te voy a dejar.
- Pero yo soy tan tonto y tu tan desconfiada-dijo en un gemido-yo no soy de piedra, eso no es verdad.
- No pensemos ahora en eso mi amor, no pensemos en eso-dijo acurrucando su cabeza sobre los hombros de él.
- Me importas tanto, tanto-suspiró lenta y sufridamente.
Paro bruscamente en su carrera, fue un auto tocando el claxon a rugir, miro con los ojos muy abiertos los gestos agrios del conductor que le gritaba que se moviera, el siguió con su desesperada encrucijada (no importándole el hecho de haber podido morir) aunque con paso más lento, él aun seguía.
- Me dejaste de querer ¿no?
- No he dejado de quererte, no es así.
- ¡¿Acaso ya no importa nada?!
- No es que no importe-ella calló y lo miro a los ojos- yo te quiero.
Un silencio cubrió el lugar, los dos se miraron fijamente y se abrazaron mientras unas cuantas lágrimas huían de dentro de ellos.
Bajo el ritmo para entrar al hospital, una punzada le afectaba el corazón ¿acaso era la angustia?, se dirigió muy apresurado pero sin correr hacia la sala de espera.
- Señorita, ¿la paciente Fabiana Solís?-preguntó a la recepcionista del hospital.
- Un momento por favor-dijo dirigiéndose a la computadora al lado de ella.
Después de un momento ella lo miro de reojo, con extrañeza y un poco de pena, el noto esa actitud y se retiro, se dirigió al cuarto en el que ella debería estar, con el corazón acelerado, rogando a Dios que este bien, rogando al cielo que cuando entre por aquella puerta ella lo reciba con su sonrisa enorme y un te quiero en los labios.
Después del accidente que le sucedio a ella, el solo deseaba que estuviera bien.
Al doblar el pasillo y ver la puerta entreabierta del cuarto 107, su corazón saltó.
Empujando la puerta lentamente se dio con la sorpresa de que no había nadie en aquella cama, la sabana muy bien estirada y las almohadas limpias. Su mente quedo en blanco por un momento y luego sin más, sonrío y salió caminando apresurado.
Salió del hospital con la mirada de la recepcionista sobre él, salió feliz, salió con una mirada de esperanza, solo podía pensar en que ella ya estaba mejor, en que ella ya había dejado el hospital y sin mirar a ningún lugar ni estallar de alegría comenzó a correr otra vez.
- Mi vida, todo va a estar bien ¿no?-pregunto él.
- Si, no te preocupes será solo un pequeño viaje-dijo mientras él sentía que ella sonreía al otro lado del auricular.
- Te quiero tanto, soy muy feliz-sonrío.
- Todo va a estar bien.
Ella se iba de viaje, ella se iba por unos días, ella prometió que volvería.
Poco a poco la distancia se iba acortando del hospital a la casa de ella, cuando llego se sintió tonto por no llevarle nada, ni un solo regalo por haberse recuperado, solo un te quiero, un beso y el corazón en las manos.
Fue un accidente terrible,el aun estaba asombrado por que ella se habia recuperado tan pronto de aquel fatídico suceso, el solo quería abrazarla y decirle que la quería y que la había pasado mal, tal vez lloraría de felicidad, tal vez lloraría de la pena.
Toco la puerta muy apresuradamente, toco por segunda vez y aun así nadie respondió, toco y toco y nadie abrió.
Al poco rato ya desesperado se dio cuento de que una mujer la veía por la ventana. Detrás de las cortinas color beige, él la vio, le hizo señas e intento hablarle, pero esa señora de edad, la madre de la mujer que el amaba, le negó con la cabeza tristemente y se desvaneció entre las cortinas color de atardecer.
Fui ahí donde recordó, fui ahí donde se dio cuenta de lo irreal, fue ahí donde todo cambio.
Recordó la carrera al hospital, la mirada de la recepcionista y la negación de la madre.
¿Acaso estaba loco? Si todo lo que él pensaba era verdad, la vida no tenía porque continuar.
Comenzó la caminata de regreso, comenzó el delirio infinito y el dolor.
Fue un accidente muy fuerte el que sucedió, fue un accidente que él no quiso aceptar.
Y se dio cuenta, con lagrimas en los ojos, que era la tercera vez que pasaba por eso, que era la tercera mañana que despertaba con los deseos de verla sonreír, era la tercera vez que le costaba aceptar la realidad, era la tercera vez que el aceptaba ese accidente, donde ella estaba muriendo por tercera vez para él…
A la memoria de un sueño...
waaa zcribz fenomenal!!
ResponderEliminarmui mui xido! a ver si te presentas a concursos de cuentos! mui xvr! si quieres agregame pa alar de too, me encanta (ximemcr@hotm...)